martes, 3 de abril de 2012

RETROSPECTIVA DE DAMIEN HIRST.


Hay tiburones encurtidos y lunares, colillas de cigarrillo, moscas y mariposas. Los visitantes probablemente se impresionen por la variedad de trabajo en una nueva exhibición dedicada a la carrera del enfant terrible del arte británico, Damien Hirst.
Las 14 salas están llenas de colores vibrantes y fuertes recordatorios de la muerte. Los espectadores podrían concluir que Hirst -uno de los artistas vivos más famosos y acaudalados de Gran Bretaña (su fortuna se calcula en más de 127 millones de dólares)- es un fuerza creativa mayor que lidia con los grandes asuntos de la vida.
O podrían decidir que es un charlatán astuto cuyo verdadero genio es el autobombo. Hirst siempre ha dividido a la opinión, y el debate ha sido avivado por su primera gran retrospectiva británica, que abre mañana en la galería Tate Modern de Londres. Con veinticinco años de carrera a sus espaldas, Hirst ha accedido por fin a mostrar su trabajo en la Tate, museo que en sus inicios despreció porque era “donde exponían los muertos” y que ahora acogerá su obra del 4 de abril al 9 de septiembre.
El crítico de arte Julian Spalding recientemente dijo que las creaciones de Hirst “carecen de valor artístico” y le aconsejó a cualquiera que posea alguna obra suya que la venda ahora, antes que colapse el artificialmente inflado mercado.
Hirst, de 46 años, dice que los artistas tienen que esperar ese tipo de críticas, y que a él no le molestan. “A la gente no le gusta el arte contemporáneo”, dijo Hirst a una multitud de reporteros que acudieron a ver la exposición. “Siempre hay un taxista o alguien que se me acerca y me dice, ‘Amigo, lo que usted hace no es arte’. Y uno piensa que es brillante que ellos tengan ese parecer. Estoy seguro que cuando (los cavernícolas) hacían lo suyo en las cuevas, había gente que les decía, ‘Me gusta tu cueva, pero esas estupideces en la pared me parecen horrendas’”.
Hirst ha encabezado titulares y logrado vender sus obras a precios exorbitantes desde que debutó en la escena hace más de 20 años como parte de un grupo de “Jóvenes Artistas Británicos” que llamaron la atención. Con colegas provocadores como Tracey Emin, Damien Hirst pasó a ser una celebridad y parte integral de la escena nocturna de la Londres de los años 90.
Era difícil ignorar sus exhibiciones e instalaciones. Una de sus primeras exposiciones en solitario incluyó lienzos blancos cubiertos con mariposas monarca, que se desplegaban para permitir que los insectos volaran por el salón.
Eso es recreado en uno de los cuartos más impresionantes de la nueva muestra, un espacio blanco y húmedo lleno de color revoloteando. Los insectos ocasionalmente escapan y se posan sobre visitantes en otras partes de la galería. Pero usualmente, las criaturas en el trabajo de Hirst están muertas. Tiburones preservados en formol, vacas disecadas y embalsamadas, y Mil años, una cabeza de res en descomposición en una piscina de sangre, con gusanos y moscas.
Pese a la amplia presencia de muerte, Hirst -quien ha restringido sus salidas de juerga, dejó de beber y ahora divide su tiempo entre Londres y la vida inglesa de campo- dice que la muestra para él es alegre. “Me parece que se afinca más en la vida que en la muerte. La pieza de las moscas es bastante oscura y te atrapa, pero parece aislada. Gran parte de los otros trabajos son optimistas, esperanzadores y divertidos. Llenos de energía”.
En general es muy colorida. Incluye pinturas con manchas multicolores que Hirst y sus asistentes ha producido en centenares y enormes lienzos cubiertos con imágenes estilo vitral hechas con mariposas (esta vez muertas). También hay hileras de otro elemento característico de Hirst: objetos que van desde botellas de píldoras hasta herramientas quirúrgicas y colillas de cigarrillos dispuestos en cajas de vidrio.
Su creación más chillona, un cráneo humano encrustado con más de 8 mil diamantes, tiene su propia sala. (AP)


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